Comentario
En la ciudad de la Ascensión (que es en el río del Paraguay, de la provincia del Río de la Plata, 3 días del mes de marzo, año del nascimiento de Nuestro Salvador Jesucristo de 1545 años, en presencia de mí, el escribano público, y testigos de yuso escrito, estando dentro de la iglesia y monasterio de Nuestra Señora de la Merced, de rendención de captivos, paresció presente el capitán Hernando de Ribera, conquistados en esta provincia, y dijo: Que por cuanto al tiempo que el señor Alvar Núñez Cabeza de Vaca, gobernador y adelantado y capitán general de esta provincia del Río de la Plata por Su Majestad, estando en el puerto de los Reyes por donde la entró a descubrir en el año pasado de 1543, le envió y fue por su mandado con un bergantín y cierta gente a descubrir por un río arriba que llaman Igatu, que es un brazo de dos ríos muy grandes, caudalosos, el uno de los cuales se llama Yacarcati y el otro Yaiva, según que por relación de los indios naturales vienen por entre las poblaciones de la tierra adentro; y que habiendo llegado a los pueblos de los indios que se llaman los xarayes, por la relación que de ello hobo, dejando el bergantín en el puerto a buen recaudo, se entró con cuarenta hombres por la tierra adentro a la ver y descubrir por vista de ojos. E yendo caminando por muchos pueblos de indios, hobo y tomó de los indios naturales de los dichos pueblos y de otros que de más lejos le vinieron a ver y hablar larga y copiosa relación, la cual él examinó y procuró examinar y particularizar para saber de ellos la verdad, como hombre que sabe la lengua cario, por cuya interpretación y declaración comunicó y platicó con las dichas generaciones y se informó de la dicha tierra; y porque al dicho tiempo él llevó en su compañía a Juan Valderas, escribano de Su Majestad, el cual escribió y asentó algunas cosas del dicho descubrimiento; pero que la verdad de las cosas, riquezas y poblaciones y diversidades de gentes de la dicha tierra no las quiso decir al dicho Juan Valderas para que las asentase por su mano en la dicha relación, ni clara y abiertamente las supo ni entendió, ni él las ha dicho ni declarado, porque al dicho tiempo fue y era su intención de las comunicar y decir al dicho señor gobernador, para que luego entrase personalmente a conquistar la tierra, porque así convenía al servicio de Dios y de Su Majestad; y que habiendo entrado por la tierra ciertas jornadas, por carta y mandamiento del señor gobernador se volvió al puerto de los Reyes y a causa de hallarle enfermo a él y a toda la gente no tuvo lugar de le poder informar del descubrimiento, y darle la relación que de los naturales había habido; y dende a pocos días, constreñido por necesidad de la enfermedad, por que la gente no se le muriese se vino a esta ciudad y puerto de la Ascensión, en la cual, estando enfermo, dende a pocos días que fue llegado, los oficiales de Su Majestad le prendieron (como es a todos notorio), por manera qne no le pudo manifestar la relación; y porque agora al presente los oficiales de Su Majestad van con el señor gobernador a los reinos de España, y porque podría ser que en el entretanto a él le suscediese algún caso de muerte o ausencia, o ir a otras partes donde no pudiese ser habido , por donde se perdiese la relación y avisos de la entrada y descubrimiento, que Su Majestad sería muy deservido, y al señor gobernador le vernía mucho daño y pérdida, todo lo cual sería a su culpa y cargo; por tanto, y por el descargo de su conciencia, y por cumplir con el servicio de Dios y de Su Majestad, y del señor gobernador en su nombre, ahora ante mí el escribano quiere hacer y hacía relación del dicho su descubrimiento para dar aviso a Su Majestad de él y de la información y relación que hobo de los indios naturales, y que podía y requería a mí el dicho escribano la tomase y recibiese, la cual dicha relación hizo en la forma siguiente:
Dijo y declaró el dicho capitán Hernando de Ribera que a 20 días del mes de diciembre del año pasado de 1543 años partió del puerto de los Reyes en el bergantín nombrado el Golondrino, con cincuenta y dos hombres, por mandado del señor gobernador, y fue navegando por el río del Igatu, que es brazo de los dichos dos ríos Yacareati y Yaiva; este brazo es muy grande y caudaloso, y a las seis jornadas entró en la madre de estos dos ríos, según relación de los indios naturales por do fue tocando; estos dos ríos señalaron que vienen por la tierra adentro, y este río que se dice Yaiva, debe proceder de las sierras de Santa Marta; es río muy grande y poderoso, mayor que el río Yacareati; del cual, según las señales que los indios dan, viene de las sierras del Perú, y entre el un río y el otro hay gran distancia de tierra y pueblos de infinitas gentes, según los naturales dijeron, y vienen a juntarse estos dos ríos Yaiva y Yacareati en tierra de los indios que se dicen perobazaes, y allí se toman a dividir y a setenta leguas el río abajo se tornan a juntar y habiendo navegado diecisiete jornadas por el dicho río pasó por tierra de los indios perobazaes, y llegó a otra tierra que se llaman los indios xarayes, gentes labradores de grandes mantenimientos y criadores de patos y gallinas y otras aves, pesquerías y cazas; gente de razón, y obedescen a su principal.
Llegado a esta generación de los indios xarayes, estando en un pueblo de ellos de hasta mil casas, adonde su principal se llama Camire, el cual le hizo buen recebimiento, del cual se informó de las poblaciones de la tierra adentro; y por la relación que aquí le dieron, dejando el bergantín con doce hombres de guarda y con una guía que llevó de los dichos xarayes, pasó adelante y caminó tres jornadas hasta llegar a los pueblos y tierra de una generación de indios que se dicen urtueses, la cual es buena gente y labradores, a la manera de los xarayes; y de aquí fue caminando por tierra toda poblada, hasta ponerse en 15 grados menos dos tercios, yendo la vía del Oeste.
Estando en estos pueblos de los urtueses y aburuñes, vinieron allí otros muchos indios principales de otros pueblos más adentro comareanos a hablar con él y traelle plumas, a manera de las del Perú,, y planchas de metal chafalonia, de los cuales se informó, y tuvo plática y aviso de cada uno particularmente de las poblaciones y gentes de adelante; a los dichos indios, en conformidad, sin discrepar, le dijeron que a diez jornadas de allí, a la banda del Oesnorueste, habitaban y tenían muy grandes pueblos unas mujeres que tenían mucho metal blanco y amarillo, y que los asientos y servicios de sus casas eran todos del dicho metal y tenían por su principal una,mujer de la misma generación, y que es gente de guerra y temida de la generación de los indios; y que antes de llegar a la generación de las dichas mujeres estaba una generación de los indios (que es gente muy pequeña), con los cuales, y con la generación de éstos que le informaron, pelean las dichas mujeres y les hacen guerra, y que en cierto tiempo del año se juntan con estos indios comarcanos y tienen con ellos su comunicación carnal; y si las que quedan preñadas paren hijas, tiénenselas consigo, y los hijos los crían hasta que dejan de mamar, y los envían a sus padres; y de aquella parte de los pueblos de las dichas mujeres habían muy grandes poblaciones y gente de indios que confinan con las dichas mujeres, que lo habían dicho sin preguntárselo; a lo que le señalaron, está parte de un lago de agua muy grande, que los indios nombraron la casa del Sol; dicen que allí se encierra el Sol; por manera que entre las espaldas de Santa Marta y el dicho lago habitan las dichas mujeres, a la banda del Oesnorueste; y que delante de las poblaciones que están pasados los pueblos de las mujeres hay otras muy grandes poblaciones de gentes, los cuales son negros, y a lo que señalaron, tienen barbas como aguileñas, a manera de moros. Fueron preguntados cómo sabían que eran negros. Dijeron que porque los habían visto sus padres y se lo decían otras generaciones comarcanas a la dicha tierra, y que eran gente que andaban vestidos, y las casas y pueblos los tienen de piedra y tierra, y son muy grandes, y que es gente que poseen mucho metal blanco y amarillo, en tanta cantidad, que no se sirven con otras cosas en sus casas de vasijas y ollas y tinajas muy grandes y todo lo demás; y preguntó a los dichos indios a qué parte demoraban los pueblos y habitación de la dicha gente negra, y señalaron que demoraban al Norueste, y que si querían ir allá en quince jornadas llegarían a las poblaciones vecinas y comarcanas a los pueblos de los dichos negros; y a lo que le paresce, según y la parte donde señaló, los dichos pueblos están en 12 grados a la banda del Norueste, entre las sierras de Santa Marta y del Marañón, y que es gente guerrera y pelean con arcos y flechas; ansimismo señalaron los dichos indios que del Oesnorueste hasta el Norueste, cuarta al Norte, hay otras muchas poblaciones y muy grandes de indios; hay pueblos tan grandes, que en un día no pueden atravesar de un cabo a otro, y que toda es gente que posee mucho metal blanco y amarillo, y con ello se sirven en sus casas, y que toda es gente vestida; y para ir allí podían ir muy presto, y todo por tierra muy poblada.
Y que asimismo por la banda del Oeste había un lago de agua muy grande, y que no se parescía tierra de la una banda a la otra; y a la ribera del dicho lago había muy grandes poblaciones, que tenían las casas de tierra y que era buena gente, vestida y muy rica, y que tenían mucho metal y criaban mucho ganado de ovejas muy grandes, con las cuales se sirven en sus rozas y labranzas, y las,cargas, y les preguntó si las dichas poblaciones de los dichos indios si estaban muy lejos; y que le respondieron que hasta ir ellos era toda tierra poblada de muchas gentes, y que en poco tiempo podía llegar a ellas, y entre las dichas poblaciones hay otra gente de cristianos, y había grandes desiertos de arenales y no había agua.
Fueron preguntados cómo sabían que había cristianos de aquella banda de las dichas poblaciones, y dijeron que en los tiempos pasados los indios comarcanos de las dichas poblaciones habían oído decir a los naturales de los dichos pueblos que, yendo los de su generación por los dichos desiertos, habían visto venir mucha gente vestida, blanca, con barbas, y traían unos animales (según señalaron eran caballos), diciendo que venían en ellos caballeros, y que a causa de no haber agua los habían visto volver, y que se habían muerto muchos de ellos; y que los indios de las dichas poblaciones creían que venía la dicha gente de aquella banda de los desiertos; y que asimismo le señalaron que a la banda del Oeste, cuarta al Sudeste, había muy grandes montañas y despoblado, y que los indios lo habían probado a pasar, por la noticia que de ello tenían que había gentes de aquella banda, y que no habían podido pasar, porque se morían de hambre y sed. Fueron preguntados cómo sabían los susodichos. Dijeron que entre todos los indios de toda esta tierra se comunicaban y sabían que era muy cierto, porque habían visto y comunicado con ellos, y que habían visto los dichos cristianos y caballos que venían por los dichos desiertos, y que a la caída de las dichas tierras, a la parte del Sudueste, había muy grandes poblaciones y gente rica de mucho metal, y que los indios que decían lo susodicho decían que tenían ansimesmo noticia que en la otra banda en el agua salada, andaban navíos muy grandes. Fue preguntado si en las dichas poblaciones hay entre las gentes de ellos principales hombres que los mandan. Dijeron que cada generación y población tiene solamente uno de la mesma generación, a quien todos obedescen; declaró que para saber la verdad de los dichos indios y saber si discrepaban en su declaración en todo un día y una noche a cada uno por sí les preguntó por diversas vías la dicha declaración; en la cual, tornándola a decir y declarar sin variar ni discrepar, se conformaron.
La cual relación de suso contenida el capitán Hernando de Ribera dijo y declaró haberle tomado y rescebido con toda claridad y fidelidad y lealtad, y sin engaño, fraude ni cautela; y porque a la dicha su relación se pueda dar y de toda fe y crédito, y no se pueda poner ni ponga ninguna duda en ello ni en parte de ello, dijo que juraba, y juró por Dios y por Santa María y por las palabras de los santos cuatro Evangelios, donde corporalmente puso su mano derecha en un libro misal, que al presente en sus manos tenía el reverendo padre Francisco González de Paniagua, abierto por parte do estaban escritos los santos Evangelios, y por la señal de la cruz, a tal como esta t, donde asimismo puso su mano derecha, que la relación, según de la forma y manera que la tiene dicha y declarada y de suso se contiene, le fue dada dicha y denunciada y declarada por los dichos indios principales de la dicha tierra y de otros hombres ancianos, a los cuales con toda diligencia examinó e interrogó, para saber de ellos verdad y claridad de las cosas de la tierra adentro; y que habida la dicha relación, asimismo le vinieron a ver otros indios de otros pueblos, principalmente de un pueblo muy grande que se dice Uretabere, y de una jornada de él se volvió; que de todos los dichos indios asimismo tomó aviso, y que todos se conformaron con la dicha relación clara y abiertamente; y so cargo del dicho juramento, declaró que en ello ni en parte de ello no hobo ni hay cosa ninguna acrescentada ni fingida, salvo solamente la verdad de todo lo que le fue dicho e informado sin fraude ni cautela. Otrosí dijo y declaró que le informaron los dichos indios que el río de Yacareati tiene un salto que hace unas grandes sierras, y que lo que dicho tiene es la verdad; y que si ansí es, Dios le ayude, y si es al contrario, Dios se lo demande mal y caramente en este mundo al cuerpo, y en el otro al ánima, donde más ha de durar. A la confisión del dicho juramento dijo: "Si juro, amén", y pidió y requirió a mí el dicho escribano se lo diese así por fe y testimonio al dicho señor gobernador, para en guarda de su derecho, siendo presentes por testigos el dicho reverendo padre Paniagua, Sebastián de Valdivieso, camarero del dicho señor gobernador, y Gaspar, de Hortigosa, y Juan de Hoces, vecinos de la ciudad de Córdoba, los cuales todos lo firmaron así de sus nombres.-Francisco González Paniagua.--Sebastián de Valdivieso--Juan de Hoces. Hernando de Ribera.--Gaspar de Hortigosa.--Pasé ante mí, Pero Hernández, escribano.